Los Reyes Católicos asumen la conquista de Gran Canaria, La Palma y Tenerife, indemnizando con cinco millones de maravedíes a la familia Herrera Peraza, que detentaba los derechos de conquista. Desde entonces Lanzarote, Fuerteventura, El Hierro y La Gomera quedaron como islas de señorío en manos de los descendientes del matrimonio de Inés Peraza y Diego García de Herrera.
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