Mucho se ha escrito sobre la figura de César Manrique, el gran artista de Lanzarote. Probablemente, cuando se piensa en su persona, tenderíamos a asociarlo a los murales del Parador de Turismo de su isla natal, a su 64 intensa obra abstracta o a su acción activa como defensor del paisaje lanzaroteño en contra de su degradación especulativa. Sin embargo, no es común pensar en su faceta como realizador de naturalezas muertas, género artístico al que se dedicó constantemente en varias etapas de su vida y que consiste en la representación de elementos naturales o inanimados de la vida cotidiana, ya sean bodegones (comida, bebida, objetos culinarios), elementos florales (guirnaldas, jarrones, ramos) vanitas (elementos alegóricos relacionados al paso del tiempo, los placeres de la vida y la muerte) u objetos (documentos, instrumentos musicales…). En este artículo, trataremos de realizar una aproximación a las obras inanimadas insertas en la producción artística de César Manrique, visualizándose su evolución técnica y estética, haciéndose una selección de algunas de sus pinturas de naturaleza muerta y esbozándose una clasificación de las mismas.