En este artículo se analiza el cambio físico, económico y urbano que experimentó la isla de Lanzarote tras sufrir la erupción de Timanfaya, ocurrida entre 1730 y 1736. Lo que a priori se presentó como una catástrofe a todos los niveles, con el paso del tiempo se convirtió en una oportunidad, al permitir diversificar y multiplicar la tipología de cultivos, generando un cambio positivo en la economía insular.