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El papa Benedicto XIII declara la zona de Rubicón "Ciudad Rubicense" y la señala como diócesis de un obispado, pasando a ser la pequeña ermita de San Marcial allí construida dependiente de la de Sevilla.
Inés de Peraza regula el impuesto del "quinto", según el cual se debía pagar a los señores de la isla uno de cada cinco artículos de recolección y de producción que se generasen.